28 de septiembre de 2010

La "primera" ermita a Santa Catalina en Gran Canaria

En especial, para mi veterano amigo Juan, estos fragmentos de mi obra inédita "SANTA CATALINA MARTIR EN CANARIAS

Carlos Platero Fernández



.- LA PRIMERA ERMITA DE SANTA CATALINA Y SUS FUNDADORES



Según indican todas las noticias al respecto aportadas por cronistas e historiadores de Canarias, la advocación de Santa Catalina de Alejandría fue introducida en el archipiélago cuando las expediciones de los mallorquines en el siglo XIV, entre los años de 1360 a 1390 por unos eremitas misioneros, de la orden de San Francisco según unos autores y de la de San Agustín según otros.

El soldado-cronista Antonio Sedeño, contemporáneo y partícipe de la Conquista de las islas que se culminó a finales del siglo XV, dijo de aquellos mallorquines entre los que viajaban varios frailes franciscanos, que desembarcaran cerca de Telde, por Melenara siendo amigablemente recibidos por los indígenas; añadiendo que,..."Estos mallorquines edificaron en esta isla dos iglesias, con el aparejo que tuvieron: la una en Santa Catalina, que está a media legua de la ciudad de Las Palmas y la otra en la Aldea de San Nicolás, del mismo santo. Pusieron en ellas unos santos de bulto labrados toscamente, que son Santa Catalina y San Nicolás y San Antón".

Según algunos investigadores, son dos detalles a destacar en esta primigenia noticia: que por un lado quien la facilitó puso "ciudad", cuando, en el tiempo en que se supone escribía el cronista, todavía no ostentaba Las Palmas tal título; aunque, también se puede suponer que fue un simple añadido de los copistas o amanuenses posteriores. Y el otro fue que se señaló "que son", en tiempo verbal presente, o sea, existentes cuando se daba el testimonio, recogido luego en una copia de a principios del siglo XVII.

Original o copia que debió de tener presente el historiador Abreu Galindo que escribía su importante Historia de Canarias ya a finales del siglo XVI disponiendo de fuentes informativas hasta entonces ignoradas y muy diversas pues aún amplió el dato al tenor siguiente: "Llegados los navíos de los mallorquines a esta isla de Canaria, que cierta su venida, tomaron puerto en Gando, entre el puerto de Telde y el de Agüimes"...

"Los vecinos de Telde y Agüimes que son comarcanos, una legua de tierra adentro, como vieran en su tierra y término gente extraña y paseada tan descuidadamente, apellidándose toda la comarca, se juntaron algunas cuadrillas y viniendo sobre ellos con gran grita y alaridos, con sus armas que eran piedras y garrotes, hirieron algunos que se quisieron defender. Mas como los acometedores eran muchos y pocos los acometidos se rindieron todos y los llevaron a Telde y los repartieron por la isla"...

"Y los mallorquines fueron solícitos, diligentes y astutos en complacer, agradar y servir a los canarios, que les tomaron mucha voluntad y los trataban bien"...

"Habían preso dos frailes juntamente con los mallorquines a los cuales siempre reverenciaron los canarios".

El resto de los expedicionarios, que permanecieran en las naves cuando el desembarco de sus compañeros, viendo la suerte que aquéllos corrieron levaron anclas, largaron velas y se marcharon para ya no volver jamás.

Los exploradores mallorquines, mercaderes y religiosos misioneros fueron bien recibidos y acogidos por los nativos isleños que, según luego se afirmó una y otra vez, recibieron de ellos nuevos conocimientos.

Sigue diciendo Abreu Galindo que, ..."hicieron los mallorquines muchas casas y pintándoles las maderas de muchos colores, que hacían de flores y hierbas; y labraran cuevas en riscos, bien labradas, con mucha pulidura, que hasta hoy duran en algunas partes, y dándoles orden y manera de regirse con mucho primor y policía" ... "Allende de las casas en que vivían, los canarios tenían cuevas, las cuales aumentaron y acrecentaron los mallorquines con aposentos de mucha industria y pulideza, que es contento mirarlos cuan bien obrados y pulidos están".

Leonardo Torriani, ingeniero militar italiano al servicio del rey de España Felipe II, que recorrió las islas Canarias a finales del siglo XVI estudiando sus fortificaciones y escribiendo una meritoria noticia histórica de las mismas, abundó en la información sobre la huella dejada por la estancia de los mallorquines en Gran Canaria, insistiendo en que,...”También adoctrinaron a los canarios en todas sus cosas, tanto de gobierno como en ritos y ceremonias que ellos hacían a Dios. Ello no obstante, no se sabe que algún canario se haya bautizado; se cree, al contrario, que fue establecido por los canarios que cada uno viviese en su ley, y que no consintieron que propagasen el Evangelio".

El historiador grancanario Marín y Cubas posteriormente escribió que,..."Fueran de grande agrado los nuevos huéspedes, porque les enseñaron a labrar maderas y casas con escuadramiento y a pintarlas y enjalbegarlas de almagre y tierra blanda"... "Halláronse casas muy grandes a la parte de Gáldar, mayormente con esquinas de cantería labrada y maderamentos y fue obra de los mallorquines"

Y por último, Viera y Clavijo recopilando toda la información precedente, añadió: "Solían (los canarios) edificar dos o tres casas contiguas, con una sola palma por viga principal; pero siempre daban preferencia a las grutas, especialmente luego que los mallorquines les enseñaron el modo de darles más capacidad".

Aquellos cautivos mallorquines, seglares y religiosos fueron los que con la ayuda de los propios canarios edificaron las ermitas, de Santa Catalina junto al Puerto de las Isletas, de San Nicolás en la desembocadura del Barranco de la Aldea y, si acaso aquella otra, un tanto hipotéticamente supuesta por terrenos del Telde prehispánico; originaria sencilla ermita que pudo ser la primera sede de un obispado cristiano en las islas Canarias.

De toda aquella aventura evangelizadora, andando el tiempo tan solo quedaron como huella las ermitas citadas de las advocaciones de Santa catalina y San Nicolás; abandonadas luego, acaso desmoronándose poco a poco techumbres y paredes pero donde, hasta la llegada de los castellanos casi un siglo después, de alguna forma se conservaron unas "toscas imágenes" que en su día se colocaran en ellas para ser reverenciadas

Porque, habrá de suponerse que la labor evangelizadora de los misioneros mallorquines hubo de ser bastante efímera, a juzgar por los acontecimientos posteriores de su accidentada estancia en las islas.

Al cabo de convivir algunos años amigablemente canarios y mallorquines, aquéllos acabaron con éstos ajusticiándolos, tal como relata Abreu Galindo: "Un día acordaron (los canarios) matarlos a todos y así lo hicieron. A los frailes, por el respeto que les tenían, los echaron en una sima que está en el término de Jinámar, media legua de la mar, camino de Telde"... "Y este fin fue el de los mallorquines".

El epitafio a la aventura misional en Gran Canaria y previo a su conquista sería el de aquel supuesto episodio posterior, acaecido por el año de 1403 y estando ya el normando Juan de Bethencourt en las Canarias, cuando Gadifer de La Salle, su compañero de empresa desembarcó cierto día por Gando para tratar de comerciar con los indígenas isleños que de nuevo aparecían amigables con el extranjero visitante. Los cronistas Bontier y Leverrier lo incluyeron en su obra "Le Canarien".

"Y nosotros hemos encontrado el testamento de unos frailes cristianos a quienes mataran (los canarios) hará ahora doce años; eran trece personas y dicen los canarios que los mataron por lo siguiente: Que habían enviado cartas a tierra de cristianos para que vinieran contra ellos. Siete años habían vivido entre los isleños enseñándoles todos los días los artículos de la fe católica; cuyo testamento dice que nadie se fíe de los canarios por buen semblante que muestren, porque son traidores".

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